REVISTA SEE Nº4 Mayo 2008

EDITORIAL


Las políticas para el desarrollo han encontrado en el concepto de capital social, según lo definen los trabajos de Coleman y Putman desde los años 90, un recurso que, en colaboración con otros, permite dar respuesta a muchos de los interrogantes que se plantean en el contexto actual, marcado por la globalización y el nuevo papel del Estado.

La abundante literatura científica que aborda una aproximación al concepto de capital social presenta un debate aún inconcluso en orden a su definición y también en cuanto a la metodología más apropiada para medirlo y/o evaluar su nivel de impacto y resultados en un ámbito espacial o temporal. Sí resulta innegable su carácter intangible y colectivo, además de vivo, lo cual coloca al capital social en una posición difícilmente mensurable.

El capital social como factor de desarrollo de un territorio contempla varias dimensiones que lo conforman: la confianza, el compromiso, la existencia de redes –formales o informales- y la existencia de normas de reciprocidad e instituciones, entre otras.

Su importancia en relación con el desarrollo socioeconómico o su valor como base fundamental para las empresas, parece indiscutible.

El capital social es visto hoy como mecanismo lógico para la articulación de la sociedad; y la estructura de redes sociales, el entramado entre instituciones y organizaciones, y entre individuos y esas organizaciones e instituciones suponen potenciar, al fin y al cabo, la acción social y política y el desarrollo de un territorio.

Por tanto, la polémica actual entorno al concepto y capacidad de medición del capital social sitúa a este cuarto número de la revista, en términos de oportunidad, en posición de abundar en el debate.

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